Hace poco más de un año una compañera de alguna clase llevaba unas partituras y las estaba estudiando afuera del salón donde teníamos clase, gracias a una chica amiga suya, me atreví a preguntarle si era difícil entrar a coro, un no fue la respuesta, lo dijo con tanta seguridad que me empezó a picar la curiosidad y a cultivar unas enormes ganas de aventarme al vacío o a donde me llevara esa aventura llamada coro, tenía que intentar algo nuevo o me iba a morir en el estado estacionario donde me encontraba.
6 meses tarde en decidir aventarme a ese vacío. El viernes 22 de febrero de 2013 recuerdo que fue excepcional, porque rompí con varias de mis propias reglas, salí de mi misma como si respirara un aire limpio y fresco, una bocanada que me encanto y hasta ahora me encanta respirar...
Después de ver como algunas canciones de The Beatles se expresaban en el cuerpo de 4 bailarines (del taller coreografico de la UNAM), decidí que era ese viernes o nunca, sabía que tenía que apagar mi cerebro o complotearia para que no me atreviera a hacerlo.
Llegué temblando a la oficina y ahí estaba mi destino, Óscar, la música y el coro. Aún no logró entender como sobreviví a la audición, mucho menos, lo mucho que he crecido con está experiencia.
Sigo sin entender como no lo había hecho desde antes, cantar es extremadamente liberador, amo traer la melodía de ciertas canciones que no sabía me podían causar tanto. Amo sentir la adrenalina antes de subir al escenario y abrir la boca para cantar; amo haber encontrado a amigas maravillosas que cantan conmigo, gente valiosa que como lo he dicho antes, me enseña a ver la vida de otro modo, a dejar el miedo atrás para que todos avancemos juntos con la música.
Óscar por su parte, me ha enseñado a confiar en él como mi guía, que más que mi director es mi amigo, entender que para algunas cosas tengo que dejarme ir, no ser tan orgullosa y dejarme ayudar para que pueda salir del agujero, no hay de otra.
El coro me ha ayudado a entender lo que es trabajo en equipo, que si no jalamos todos juntos el barco se hunde, nadie funciona si no nos apoyamos entre si.
Gracias a esto descubrí que tengo una voz que no sabía que existía dentro de mi (debo aclarar que aún no está bien educada, me falta demasiado por aprender, pero quiero seguir aprendiendo, jajaja re ñoña la nena) y que mi oído ha ayudado mucho a este descubrimiento.
El coro y la música son tan increíbles que he descubierto una nueva y renovada Silvia. Cada día agradezco infinitamente que gracias a esa chica haya llegado a mi amado Ars Iovialis y conocer a cada uno de sus miembros. Que sólo nos separa el timbre de voz...