Si tuviera que elegir un color para la Mina sería morado, siento que lo es porque le combina bien con su pelo negro, le resalta bien los ojos enormes de color verde clarito y su pancita tan característica muy de ella.
Con su voz que gritaba cuando quería agua o necesitaba salir, al decirte salud e ir platicando el otro día de regreso del veterinario en la camioneta.
Con el sonido curioso que hacía al querer morderte como chicle y espantar a más de uno cuando lo intentaba con desconocidos.
Con lo maternal que es al morderte los dedos si los sacabas fuera de las cobijas o adoptar como sus bebés al Lucho y su hermano.
Y al mismo tiempo con lo infantil que es cuando quiere que le den agua en la mano de mi mamá o no se la tomaba.
Morado porque su nombre viene por WilhelMina Harker de la novela de Bram Stoker, Drácula. Muy vampiresco el color, claro.
De hecho, por ese amor maternal que siempre la caracterizó sospechamos que se está sacrificando por nosotros. Es curioso el trabajo de la muerte.
Todo empezó a tomar forma desde el martes 9 de agosto que me di cuenta que empezó a hacer pipi muy amarillo, una voz dentro de mi me grito que podrían ser los riñones e inmediatamente después vino el recuerdo que mi mamá hace casi un mes se sentía mal de lo mismo; fue cuando entendí que un alguien estaba presente, alguien que todos en el mundo la conocemos y nadie, absolutamente nadie se escapa de ella.
Una visitante se hizo notar, quien sabe en que momento llegó, cuanto duraría su estancia, si estaba cómoda...Lo único seguro era que reclamaba una vida y probablemente, la pequeña Mina se interpuso.
Eso me hizo recordar la historia que siempre contaba mi abuelita entre el gato y el diablo/muerte.
Por si quiere oír/ver la historia que más o menos nos contaba. O eso quiero creer y por eso no me cansaré de agradecer a nuestra gatita que hasta el último momento se lo repetimos.
Los primeros estudios mostraban bastante cosas anormales, una inflamación en algún lugar de su pequeño cuerpo, por los síntomas, daban indicios que probablemente era el hígado, así que al día siguiente fui otra vez para que me dieran el medicamento y la explicación que se podía curar, pues el hígado es muy noble.
Lo que si era urgente era darle de comer porque se seguía debilitando sin alimento y agua, debo aclarar que obvio que le daba alimento pero ella lo rechazaba o era muy poca la cantidad que ingería.
Se me advirtió que si no comía por sí sola, tenía que llevarla para que lamentablemente le pusieran una sonda para que ganara fuerza.
Todo el camino de regreso del veterinario, la visitante me tomó de la mano y me susurraba que no peleará, yo no escuché, no quería y espantaba esas ideas con recuerdos de como fue cuando llegó, lo gordita y cariñosa que siempre había sido hasta ese día.
En casa me arme de valor y trate de vestirme con la mayor energía positiva que pude para subir a alimentarla con una comida especial para que ganará fuerza, de eso dependía si la Minita quería que peleara o no con la visitante que estaba sentada/acostada a su lado.
Al acercar el plato, mi cara se iluminó porque estaba comiendo, no aguanté y me puse a llorar, le dije a mi negrita que se pondría bien.
Le informé a mi hermano todo lo que había pasado, quedamos en que al día siguiente la llevaríamos a sacar un ultrasonido abdominal para saber que podíamos hacer.
Era tanta mi "alegría" porque había comido y tomado tantito suero que hasta se me olvidó mi ansiedad para llamar por teléfono.
Al día siguiente la llevamos al estudio y cuando me la entregaron, me dijeron que era una gatita muy buena porque se había dejado hacer todo lo necesario sin poner queja alguna.
Debía esperar como 2 horas máximo para que me entregaran la interpretación y los resultados. Fuimos al walmart y mientras esperábamos en el carro la saque de la cama, exploró y al final se quedó acostada debajo del asiento de mi hermano.
Me olvidé por completo de los resultados en todo ese tiempo y después de alimentar a todos los demás gatitos abrí mi mail y leí lo que no me imaginaba.
Las buenas noticias: El hígado no presentaba daño ni nada fuera de lo común. La mala: es que todos los demás órganos si. La muy mala: los intestinos presentaban la mayor; la peor: se trataba de un linfoma alimentario con el inicio de daño renal.
Tal vez ese día, la visitante se rió de mi porque ya me había dicho que no valía la pena la lucha y sólo Mina estaba pagando las consecuencias o, tal vez me consoló por la mini batalla pero fugaz pelea que acepte y perdí velozmente.
Después de eso, el futuro se hizo real y empecé el doloroso proceso de aceptación poco a poco que ahora agradezco que haya sucedido así porque el día de la despedida pude estar un poco más fuerte para mantenerme tranquila y ayudar a mi hermano y mi mamá con el proceso.
Incluso a ella a brindarle paz para que tampoco le doliera mucho el dejarnos, con esa paz decirle las palabras adecuadas que mi cerebro creyó convenientes para hacer una buena despedida de no arrepentirme de haber olvidado algo.
Por suerte, el fin de semana parecía estar más animada, tal vez porque estaba mi hermano y mi mamá con ella o quizás sólo fue casualidad, para el lunes cuando me desperté estaba en mis piernas y otra vez cabizbaja.
Le insistí a que comiera y casi no quiso, estaba trabajando con ella a mi lado acostada, de pronto se bajo de la cama y fui testigo de que hizo popo completamente líquido, hasta pensé que había orinado pero el olor confirmaba los estudios.
Cuando paré de llorar por enésima vez, llamé para ir al centro médico para gatos (ceme gatos) y la cita nos la dieron para las 5. Mi hermano llegó y la llevamos.
Es curioso como al ver a mi hermano su carita cambiaba, como que podía voltear a ver a aquella visitante y decirle que la dejara estar más tiempo con él o aquella visitante se tentaba el corazón y la dejaba disfrutar mejor el tiempo con mi hermano.
Después de un buen chequeo, preguntas muy muy específicas, otro mini análisis y con la mayor empatía del mundo nos confirmaron la batalla que había perdido desde el sábado, nos aconsejaron que lo mejor era dejarla ir porque no tenían muchas opciones porque al parecer la enfermedad iba avanzando muy rápido y lo más seguro era que el inicio de un gran gran sufrimiento para ella.
No tuvimos el valor de confirmar en ese momento la decisión porque debíamos dejar que mi mamá también se despidiera de su gorda, la veterinaria le inyectó vitamina B12, suero y otra medicina para no recuerdo qué y la trajimos a casa con el nudo en la garganta.
Para el martes creo que me convertí en zombie o no sé qué pasó, el tiempo pasaba muy raro y me jugaba bromas, salimos al sol y la Estrella no se apartaba de ella.
La Minita se quedó conmigo toda la tarde y al ver semejante acto de valentía me propuse ya no llorar, al menos no frente a ella para darle fuerza y tranquilidad. Antes de que llegará mi mamá del trabajo hablé con ella y le agradecí los 14 años que estuvo con nosotros, incluso el interponerse para que mi mamá estuviera bien.
Ya no sabía ni que más decirle para hacerle entender todo el amor que se le tiene. Al día siguiente mi hermano vino a pasar tiempo con ella antes de la hora y se me sigue estremeciendo el corazón de sólo recordar aquellos momentos previos.
Cada quien tuvo minutos con ella y yo aproveché para lo reafirmar lo que ya había dicho antes. No paraba de decirle que ya no quería verla sufrir, pero ahora entiendo que también se lo decía para hacerme entender a mi misma y convencerme que era la mejor manera de pagar tanto amor, maullidos, ronroneos, alegrías, travesuras y enojos momentáneos, no merecía ni un minuto más de dolor.
El pasado miércoles 17 de agosto, la visitante se llevó a una gatita que le gusta ronronear para hacerte dormir y que no te sientas solx, que si estornudabas te decía salud y gracias si le abrías la puerta.
Una minina que se lleva bien con todos y que la vamos a extrañar mucho, que su ausencia aún duele y que espero que cuando nos entreguen las cenizas las lágrimas y el dolor se vayan poco a poco.