Como todos los días, al dar vuelta a la calle se pone alerta, mueve los ojos para todos lados y le falta mirar más rápido o quizá más ojos para ver por todos lados para ver si de puro milagro y suerte ve un pequeño gatito negro con los ojos redondos y la cola larga debajo de un carro estacionado, asomado en alguna ventana, arriba en una azotea o simplemente caminando como si nada en la calle, tal vez peleando con otro gato; entonces, bajar del carro rápidamente como en las películas, llamarle por su nombre y aquel gatito volteé, ambos tarden en distinguirse unos segundos, entonces, como en un rayo, la pequeña bolas de pelos ahora con cicatrices y flaquito, levante su cola como antena anunciando que es a él a quien busca, ella escuchar el ruido característico de su amigo y reunirse en un abrazo por fin después de tantos meses.
Ambos corazones lo sabían, como si estuvieran conectados por el hilo que todos llaman rojo, ella exactamente no sabía si fueron en verdad los latidos, las lágrimas o las múltiples plegarias lanzadas al cielo, a la luna, a los santos, al vacío y al universo para que los caminos se volvieran a cruzar.
Vaya que el universo o el amor se compadeció de ambos para que se volvieran a reunir.
Ella siente un poco de miedo que sólo sea un sueño y despierte a la pesadilla de la realidad sin su gatito lindo, pero no, ahí están en medio de la calle abrazados con lágrimas en los ojos sin poder creer que es el uno y el otro.
Subiran juntos al carro e irán a casa con el corazón alegre y los ojos húmedos. Él comerá las croquetas que aunque no lo creía, extrañaba. Lo consentirá tanto que los ronroneos no son suficientes para mostrar cuan agradecido está, ni ella sabe a quien agradecer, está al teléfono contando a todos el milagro que acaba de suceder.
No quieren separarse de su lado jamás y deben recuperar todos meses que no se han visto. Ambos tienen mil aventuras que contar, pero será mañana porque ahora dormiran juntos, abrazados como antes de que todo esto sucediera.