Al leerlo lo vi en mi mente, lo escribí para llamarlo, lo dibuje para verlo, escuché su voz en mi canción favorita, pero nada funciono. Lo mejor fue que yo me metiera en aquellos textos que lo contenían para estar con él.
Él es perfecto porque lo escribí con mi mejor pluma, lo dibuje con el más diestro de mis lápices. Pero aún me estoy acostumbrando a la realidad después de haber despertado del sueño.
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