Todos los días me despierto con la esperanza de encontrarlo dormido en mis pies como la última vez que lo vi y que todos estos sentimientos que siento en el corazón se hayan quedado en el recuerdo de una horrible pesadilla que se me quitará al abrazarlo fuerte contra mi pecho y se me olvidará con oír su ronroneo hasta volver a quedarme dormida.
Hoy, las lágrimas se han mantenido a raya. Siento que he comido mejor y el dormir...ya no estoy segura si mejora o no, así que no puedo darme un diagnóstico certero.
Ya no sé si la tristeza hace que salgan las palabras o la ausencia de ella. Siento que escribo como sin alma, me pongo a pensar que mi propio yo se fue aquella mañana del 17 de junio con él.
Las letras no se acomodan bien porque parecen poco, he olvidado que pueden transmitir sentimientos y emociones pero también me digo que no sirven de nada porque nadie las quiere leer, mucho menos en postes de luz con la foto de un gato negro con los ojos grandes y la cola larga.
La música suena vacía porque lo único que deseo es escuchar que me responda con su característico chillido después de gritar su nombre por las calles, ubicarlo y traerlo a casa.
Camino por las calles tratando de encontrar mi felicidad en 4 patitas, gritando mi esperanza para que la gente se apiade de buscarlo conmigo o mejor aún, me de algún mínimo indicio de que lo vieron para plantarme ahí hasta recuperarlo.
Hablo con los árboles porque ellos son los guardianes que escoltan la calle y seguramente son los únicos testigos de ver a mi pequeño negrito correr asustado, confió en ellos para que se conecten con su colita larga, la use como antena y lo guíen de regreso a casa o a mi encuentro.
Prendó velas con mucha fe para iluminar su camino y mantener mi esperanza, pero sobre todo, mi ánimo; para no sentirme tan sola en este mundo enorme y tener una compañera de llanto para fortalecer mi corazón.
Hablo con los gatos que me encuentro con el deseo de que me guíen hacía él o que al menos, no sean tan indiferentes como lo somos los humanos y me respondan aunque no entienda lo más mínimo.
Lloro como si cada lágrima fuera a formar su pequeño cuerpo a mi lado o pudieran regresar el tiempo para evitar que se saliera.
Me desespero de no encontrarlo como si eso lo mantuviera a salvo de perros horribles que lo quieran dañar, de humanos que lo quieran envenenar o usar para cualquier cosa terrible por creencias ridículas.
Combato pensamientos pesimistas porque son los únicos que lo pueden mantener a salvo del mundo cruel del que intente protegerlo sin éxito.
He tardado en escribir porque me siento egoísta por sólo estar hablando de mi dolor cuando lo verdaderamente importante es que mi gatito se encuentre bien donde quiera que esté.
No quiero ser consciente del tiempo que ha pasado desde su desaparición porque me da más angustia, miedo, ansiedad e impotencia por no poder encontrarlo.
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